miércoles, 13 de mayo de 2020

Apuntes vicuménicos: Dushrat, la Perla Negra del Mar.

Bueno, como comenté en la anterior entrada actualmente ando gestionando una partida de ACKS online y está situada en Vicúmena, la ambientación con la que comparto autoría con Kha. En mi caso la campaña gira alrededor de la isla de Kisselia, actualmente en guerra entre varias facciones que quieren alzarse con el poder y controlarla. Otro día hablaré de Kisselia y de sus pormenores ya que hoy vamos a centrar nuestra atención en Dushrat, la heredera de Azgar, Perla Negra del Mar Azagaro y principal antagonista de la campaña de Kisselia. 


Dushrat es, seguramente, la ciudad más grande de todas las costas del mar Taryano. Su tamaño es impresionante y deja pequeña hasta a la gran metrópolis que es Tarya. No hay nada como Dushrat en todo Vicúmena... para alegría del resto de habitantes de ambos continentes. Dushrat es técnicamente una ciudad estado, si bien su poder es enorme y funciona como un pequeño país en si mismo. Situada al noreste del continente de Asaria, Dushrat domina toda la costa desde la desolación de Azgar hasta los pequeños reinos fallidos que conforman Vazania. Todas las ciudades en el río de la Gran Serpiente hasta la frontera con Axinam son dominadas desde las altas torres con cúpula de Dushrat y los rumores hablan de ciudades escalonadas repletas de oro y marfil. Aunque de menor tamaño que Tarya e incluso que Avarnia, Dushrat es la mayor potencia marítima de todo el mar taryano y se valen de eso para mantener su independencia. Y es que a Dushrat no le sobran los enemigos en su condición de herederos de Azgar.

Los azagaros, el maligno pueblo de tez pálida que trajo el Caos al mundo, fueron derrotados tras una larguísima guerra por los emperadores taryanos de antiguo. Pero eso no quiere decir que toda su raza fuera exterminada, ya que los azagaros huyeron del yermo en el que se había convertido su tierra debido a sus horribles brujerías y a la ira de los Dioses de la Ley. Algunos, dicen, viajaron a la mítica tierra de Zomar y desde ahí plantean su venganza. Otros, se comenta, cruzaron la zona tórrida y se esconden en el recóndito sur de Asaria. Pero lo que está claro es que muchos viajaron a su colonia de Dushrat para plantear su venganza contra Tarya y sus aliados. Pero los propios azagaros no fueron conscientes de que, con ese movimiento, fueron los artífices de su propia destrucción. Tarya se encontraba agotada tras la larguísima guerra, pero también así lo poco que quedaba de Azgar. Cuando los azagaros intentaron presionar a sus siervos-esclavos para continuar la guerra, estos se rebelaron. Para pánico de los azagaros sus siervos en Dushrat, algunos incluso con los que se habían mezclado a lo largo de los años, conocían las oscuras magias y los rituales caóticos necesarios para crear y dominar a los hombres bestia. De esta manera los dushraties se alzaron y acabaron con sus amos en una revuelta tan sangrienta que incluso pareció salvaje a los mercaderes taryanos que ahí se encontraban. Unos nuevos amos dominaban Dushrat: tan crueles como refinados, tan caóticos como astutos. Y de en ese momento en adelante pasaron a llamarse dushraties.

Los dushraties distan mucho de ser una etnia unificada. Siglos de comercio de esclavos y planes de hibridación mágica y natural hicieron de ellos un pueblo extremadamente diverso, hasta límites que incluso superaban lo humano. Pero están unificados por una fuerte cultura que busca mantenerse pura de las influencias externas y continuar con sus tradiciones, aunque estas resulten aborrecibles para la mayoría de gentes de Vicúmena. La sociedad dushratí está dividida en fuertes castas de las que es casi imposible cambiar. La élite gobernante, conocidos como las Diez Estirpes, controlan la ciudad con un puño de hierro envuelto en un guante de seda. Son crueles, tiránicos y no aceptan ningún tipo de cuestionamiento de su poder, pero a su vez financian grandes fiestas y orgías públicas, se aseguran de que todos sus siervos estén más o menos protegidos y son generosos a la hora de compartir las ganancias conseguidas a través del comercio de esclavos o lo piratería. Los miembros de las Diez Estirpes controlan los aspectos más importantes de la ciudad y de sus dominios, desde la guerra hasta el comercio, pasando por la religión, las relaciones diplomáticas y la creación el mantenimiento de las infraestructuras. Han creado para si mismos cierto halo sagrado que hace que el resto de dushraties los vean casi más como a seres sagrados que como simples humanos. El hecho de que mantengan oscuros conocimientos y extraños saberes de Azgar no hace más que reforzar esta aura misteriosa y cualquier visitante puede ver como los miembros de las Diez Estirpes siempre van acompañados de hombres bestia para reforzar así su poder y su estatus. 

La Colina de las Estirpes de Dushrat (fuente)
Por debajo de las Diez Estirpes se encuentran la Sangre Libre. Estos son aquellos que, aunque se ven sometidos al poder de las Diez Estirpes, no tienen ningún otro amo. La gran mayoría de los dushratíes  de la capital entrarían en esta categoría y son la mano que realiza las acciones  más importantes de las Diez Estirpes. Mercaderes, artesanos, jornaleros, navegantes... Los dushratíes se sienten orgullosos de su aparente libertad, que aseguran que ganaron cuando acabaron con sus amos azagaros, y hacen extenso uso de ella. Se dice que cualquier cosa, desde el objeto más exótico hasta el placer más oscuro, se puede encontrar entre las calles de Dushrat. Muchos miembros de la Sangre Libre son comerciantes y viajan por todas las costas del mar taryano. Esto pone en una situación incómoda a reinos abiertamente legales como el Imperio Taryano ya que aunque querrían negarse a comerciar con los dushraties su control de las más importantes rutas mercantiles les obligan a realizar tratos, generalmente a su pesar. 

Uno de los muchos barrios de Dushrat (fuente)
Para acabar se encontrarían los siervos-esclavos. Si bien la propia ciudad de Dushrat es una joya de aparente libertad para sus habitantes, los dominios coloniales de los dushraties son todo lo contrario. Todos los dominados entrarían en la categoría de siervos-esclavos. La mayoría siguen en sus lugares de origen aunque no pocos son vendidos y se comercia con ellos como si fueran poco más que ganado. Estos apenas tienen derechos y son la gran masa de trabajo que mantiene la maquinaria dushratí funcionando. Los dushraties, que saben muy bien el peligro que resulta tener eslcavos demasiado oprimidos, son astutos a la hora de tratar con sus siervos-esclavos y saben cuando castigarlos y cuando recompensarlos. Son expertos en crear disensión entre las comunidades de siervos-esclavos y hacer que estén más peleadas entre ellas que con sus verdaderos opresores, un plan que lleva siglos cosechando grandes éxitos. Algunos siervos-esclavos ven a los dushraties como a benevolentes amos que se preocupan por ellos. Otros los temen a ellos y a los hombres bestia que son capaces de desplegar. Esa mezcla de amor y odio, de dependencia y ansia de libertad, es la norma entre las comunidades de siervos-esclavos dushratíes. 

La aparente amoralidad de los dushratíes se ve reforzada por una razón de peso. En Dushrat es de los pocos sitios donde aún hoy se adora abiertamente a los Dioses del Caos, si bien esto no quiere decir que toda su población sea caótica. La adoración de los Dioses del Caos sólo es exigida para los miembros de las Diez Estirpes, que lo consideran parte de su legado cultural y la tradición de sus antepasados. Los miembros de la Sangre Libre pueden adorar a los dioses del Caos, pero se les deja también libertad para no hacerlo. La gran mayoría ven esto como una de las muchas excentricidades de sus gobernantes y prefieren adorar a las almas de sus antepasados, a pequeños dioses locales (como a la Gran Serpiente, el dios del gran río del que la ciudad toma su nombre) o a la miríada de espíritus que pueblan la faz de Vicúmena. Una de las cosas que está terminantemente prohibida para los dushratíes es la adoración de los Dioses de la Ley, que se ven como enemigos de Dushrat y de sus antepasados. Aun así esta prohibición también tiene sus convenientes excepciones y los dushraties no suelen actuar contra los mercaderes extranjeros que sí que adoran a los Nueve siempre y cuando esto resulte beneficioso para sus intereses. Sin embargo esta prohibición es perseguida con una fuerza que roza el fanatismo entre los siervos-esclavos, ya que más de una comunidad se ha rebelado contra sus amos siguiendo las palabras de algún clérigo. 

Típicos marineros dushraties dedicándose a sus quehaceres
Los dushraties, como ya se ha dicho, son grandes comerciantes y marinos. Una de las cosas que hace su comercio tan atractivo es que son los únicos que tienen un comercio abierto con las desconocidas tierras del este. Desde Dushrat se pueden encontrar mercancías provinientes de Zomar, de Naranshar e incluso de más allá. Aunque su control marítimo es limitado en Gaudarea, gran parte del norte de Asaria está totalmente en sus manos. Es un secreto a voces que los dushraties mueven los hilos de muchos de los reinos de Vazania y que son los principales beneficiarios de la inestabilidad de la región. Hasta hace un par de años todas estas operaciones se gestionaban desde la isla de Kisselia, el gran bastión dushratí en mitad del mar taryano, pero ahora mismo la isla es una zona de guerra y los dushratíes están perdiendo su poder allá, algo que les está haciendo ponerse nerviosos: perder Kisselia podría significar perder el control absoluto de gran parte de las rutas comerciales del norte de Assaria, lo cual sería un duro golpe para ellos. Y para más preocupación algunos hablan de que las naves de negras velas de los azagaros vuelven a surcar el mar. Si esto fuera verdad la sociedad dushratí podría llegar a colapsar, ya que muchos temen con pánico la vuelta de sus antiguos amos para buscar venganza y otros tantos se lanzarían a sus brazos con tal de salvar su pellejo. 

Y hasta aquí la entrada de hoy. Como siempre recordad que esto se ha consensuado con Kha y entra dentro del 'canon' de Vicúmena, que creo que tendríamos que ir recopilando poco a poco... En fin, se irá viendo. Sea como sea espero que os haya gustado.

¡Nos leemos!

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