lunes, 17 de octubre de 2022

Alcanzando la edad de Dangerous Journeys: una reflexión rolera demasiado larga

Bueno, llevo más de un mes sin poner entrada pero realmente no estoy preocupado: voy a llegar al límite que me puse de al menos 27 entradas este año seguro (y quizás lo supere). Eso me ha hecho volverme vago e indolente, algo que no me gusta mucho, pero que es una realidad. Además ahora mi vida rolera es de lo más rara: estoy más relacionado con el rol que nunca (por aquello de trabajar en el campo) pero mi vida rolera sigue siendo un poco como siempre. Si bien tengo menos ganas de crear (casi todas mis fuerzas creativas se van en proyectos de la editorial) y siempre recorre en mi el miedo de haberme jodido esta afición por haberme profesionalizado. Es una duda lícita, la verdad, pero para mi alegría hace unos días me descubrí teniendo muy buenas ideas para mi partida semanal de rol (que aunque no lo diga, sigo manteniendo) y leyendo rol por gusto para inspirarme, algo que hacía unos meses que no pasaba. Supongo que va a etapas, como todo.

Y hablando de etapas, ayer hice 30 años. Se que para la media de lectores del blog soy hasta joven, pero por otro lado entenderéis que es un buen momento para sentarse y echar la vista atrás. No se cumplen 30 años todos los días, al fin y al cabo. Hace más de 10 años que tengo Con D de Dados (de hecho 12, ya que lo empecé poco antes de entrar en la facultad, aunque lo hice en Wordpress... que tiempos) y es una parte de mi, y también un claro reflejo de mi relación con el mundo rolero. Curiosamente este año es el año que más rol me han regalado en toda mi vida (el rol siempre ha sido un poco mi esfera privada y mi familia y amigos cercanos nunca han sido mucho del ramo), supongo que tener la editorial encamina bastante a la gente a saber que te gusta. Pero no es eso lo que quería contar.

Mis regalos roleros. Uno de mi hermano, otro del jugador más fiel de mi grupo de rol. 
La verdad, le tenía bastante ganas a ambos. 

No se nada sobre la edad. Pero sin embargo aquí va a venir una reflexión larga, absurda y grandilocuente sobre el tema. Lo que tengo claro es que alcanzar esta década es un paso notable. En algunas sociedades antiguas es cuando por fin se me consideraría adulto de pleno derecho, y empiezo a entender por qué. Sobre mi mismo, qué decir. Tengo 30, estoy independizado, comenzando una empresa, viviendo con mi novia... Es una vida totalmente distinta que hace 10 años, y menos mal (que no es que estuviera mal con 20, pero las cosas no se pueden quedar siempre en estasis). Las cosas avanzan y cambian y es lo que hay. Aceptarlo o no es cosa nuestra pero como siempre dice mi hermano, al final hay que seguir porque no hay alternativa. En estos años he pasado momentos muy buenos y momentos muy malos, y mi entrada en los 30 puede que haya sido el mejor ejemplo de esto: con momentos muy buenos y momentos muy malos en apenas 8 horas (con deciros que el día comenzó con un funeral os podéis hacer a la idea). 

Pero volvamos al tema que nos importa, los roles. ¿Cómo ha sido esta década pasada? La verdad, francamente decepcionante. Como he dicho siempre en el blog, aunque a veces se olvida, yo nunca tuve una adolescencia marcada por el rol. Jamás jugué 36 horas seguidas, jamás tuve una gran campaña de años y mi grupo de amigos no se forjó alrededor de mesas y dados, no. Ayer hablando con mi novia de esto caí en que mis amistades más fuertes, que aún hoy se mantienen, se entremezclan con un poco de Warhammer, mucha lectura, muchos videojuegos y una obsesión un tanto insana por el World of Warcraft (muy lejos de la verdadera devoción de otros, pero sin embargo dándole bastante fuerte, la verdad) que forjó a un grupo de amigos que aún hoy se mantiene. Pero el rol estuvo ausente. Hasta aquel entonces, durante mi adolescencia, el rol se vio relegado a alguna partida suelta o a cuando quedábamos en el chalet de mi abuela con mis primos en verano, pero ya nada más.  Lo suficiente para ir tirando, pero muy lejos de lo que siempre quise. Y fue por esos días cuando empecé a meterme en foros de rol, a hacer blogs y cuando comencé con Con D de Dados. Pero eso ya no es hace una década, si no de doce a quince años, por lo que vamos a adelantarnos algo más. Supongo que la facultad es un buen momento en el que empezar la revisión de estos últimos 10 años.

Mi vida rolera en la facultad fue una tremenda decepción ya que tuve que ir a la única generación del grado de Historia en la que no había ningún rolero, salvo yo. Esto me obligó a crecer y a buscarme las castañas del fuego, y mientras andaba terminando la carrera me lancé a buscar gente con la que jugar por las redes. Esto me ayudó a crecer como persona (antes era un tipo bastante tímido, apocado, casi antisocial) y también me hizo cruzarme con mucha gente que de otra manera jamás habría conocido. Así conocí a gente que bien y gente que mal, pero también pude conocer a verdaderos amigos dentro y fuera de las mesas. Tengo mucho que agradecer en muchas de estas personas, ya que pude por fin volver a jugar en serio y por primera vez en mucho tener un grupo de juego realmente estable. Pero era un grupo que era como el ciclo vital de un insecto: estaba totalmente ligado a los distintos grados universitarios de los jugadores, por lo que en el momento que llegaba el verano el grupo moría y al año siguiente renacía, aunque generalmente  jugando a otro juego y cambiando uno o dos jugadores. Así estaría varios años, y aunque podía jugar y dirigir con cierta regularidad, nunca tuve mi gran campaña. Nunca tuve la posibilidad de exprimir a muerte ningún juego. Pero bueno, podía jugar, y Con D de Dados crecía en medio de la pequeña burbujas de los blogs de rol, de G+ y de la enorme actividad en redes de la rolesfera hispánica. 

Pero finalmente mi vida universitaria se acabó (y eso que yo, hijo de Bolonia, la alargué bastante -a mi pesar- con masters, cursos y demás  cosas que me exigían porque mi grado por si mismo no valía para casi nada). Y tras años de desempleo al final conseguí algo y fueron saliendo cosas. Mi vida rolera se había ya limitado a los pocos que quedaban de los grupos que había hecho en la universidad y poco a poco seguimos jugando como bien pudimos, pero cada vez menos. Y tras eso vino la gran sequía. Nuestro grupo se acabó por desbandar y solo quedamos 3, dos de los cuales andaban siempre liados, así que se acabó el rol en físico. Yo intenté por activa y por pasiva montar partidas, y si revisáis la actividad de Con D de Dados de los últimos años veréis como muchas veces empiezo entradas con 'Voy a empezar una partida de x' o 'en mi grupo hemos empezado una partida de y'. Y os digo que todas y cada una de estas partidas se fue al traste: la mayoría por falta de ganas de los jugadores, algunas por verdaderos problemas de horario y otras porque supongo que yo soy un cretino. Así que con muchos intentos, algunos mejores que otros, finalmente dejé bastante de lado el tema de los roles.

Luego vino el confinamiento. La semana anterior al estado de alarma y al confinamiento habíamos quedado para tener la primera partida de un sandbox con Savage Worlds que yo había estado montando durante meses. Como podéis suponer tras el confinamiento todo se cerró y la partida se murió. Pero al final con tanto tiempo en casa, sin nada que hacer y habiéndome quedado recientemente sin trabajo (por el confinamiento, vaya) finalmente me decidí a probar el rol online. Y la verdad, tras llevar dos años puedo decir que no me vuelve loco, pero que funciona. Pudimos jugar, y jugar mucho, y por fin pude jugar con asiduidad con grupos de amigos dispersos de aquí y de allá. De forma inadvertida el confinamiento también me llevó a reconectar con un grupo de colegas que hice en las TDN 2016 y a día de hoy tenemos una relación muy fuerte, tanto dentro como fuera de las mesas. Mi vida rolera se amplió bastante, la verdad, y pude jugar, y jugar mucho, y al final tuve lo más parecido a una gran campaña que he tenido en mi vida: la campaña de Matmuria, que jugamos a lo largo de dos años y pico y en la que solo dos personajes sobrevivieron toda la misma (el mío uno de ellos, aunque sufrió varias resurrecciones y una extraña reencarnación, cosas de D&D viejo). Pero poco a poco se fue relajando el confinamiento y pude volver a jugar a rol en físico. El problema es que no tenía con quien: mi grupo estaba más que disperso y sin ganas. Pero finalmente tras bastantes esfuerzos se pudo montar un grupo pequeño pero funcional. Llevo un año jugando (casi) todos los viernes con ellos y salvo por un parón de unos meses debido al exceso de trabajo con la editorial (que claro, comencé a mover en pleno confinamiento pero nació como tal en 2021), ahora la cosa va bastante volada. Hemos jugado bastante a Savage Worlds y ahora andamos jugando al juego de Star Wars de FFG. Se han intentado montar partidas alternativas y otros grupos, pero ahí me encuentro lo de siempre: complicaciones de horarios, gente aparentemente interesada que enseguida se baja del carro y desgana general. Pero la verdad, sigo jugando online y tengo la partida física, creo que roleramente nunca he estado mejor. 

Y de eso va todo esto. Muchas veces todos, yo mismo incluido, andamos siempre pensando lo bueno de algún momento anterior. Cuando podíamos jugar tanto, cuando jugábamos sin cansarnos, cuando no teníamos obligaciones... ¿Pero sabéis que? Yo nunca tuve eso. No puedo sentir nostalgia de algo que no viví. A mi solo me causaba frustración el saber que nunca tuve eso, pero me doy cuenta de que mi vida rolera estaba llamada a ser de otra forma. Mi vida rolera está empezando a ser realmente satisfactoria ahora. Ahora por fin puedo jugar con asiduidad, por fin puedo tener a unos jugadores que están interesados por lo que hacemos. Me ha costado llegar a esto, pero la verdad, estoy contento. Entre la editorial, que pese a los desvelos me está trayendo muchas alegrías, y mi mesa actual las cosas van bien. ¿Podrían ir mejor? Por supuesto. ¿Voy a dejar de trabajar para que vaya mejor? No. ¿Me voy a llevar muchas tortas, muchos enfados, muchos desvelos? Desde luego. Pero al final mi vida nunca ha sido tener algo fácil, ha sido intentar por activa y por pasiva para ver que funciona. Y el conocimiento de esto solo me lo da la experiencia, la edad. 

30 años. Para algunos que me leen será poco y recordarán cuando tenían esa edad igual que yo recuerdo lo mismo de los 20. Para otros aún les quedará muy lejos y pensará que no va a llegar nunca. Pero, egoistamente, ahora es la edad que tengo yo y poco más.

¿Qué va a venir después? Ni idea, la verdad. Pero no va a ser fácil, nunca lo ha sido. Para nadie. Y eso no es malo, es lo que hay. Poco a poco iremos tirando dados, haciendo fichas, borrando puntos de vida y recordando historias. Y de paso intentaré publicar algunos juegos y seguir presente aquí, que algo es. 

¡Nos leemos!