Aunque no lo parezca tanto José Carlos como yo seguimos dándole vueltas al tema de Vicúmena. Poco a poco seguimos escribiendo cosillas, pensando ideas y plasmándolas, si bien esto no puede ser el proyecto principal de ninguno de los dos (lo cual, como podéis suponer, es bastante irritante... ¡pero en fin, es lo que hay!).
El tema es que uno de los temas principales de Vicúmena es la lucha de la Ley y el Caos. Al fin y al cabo Vicúmena nació de una forma de intentar llevar D&D viejo en su forma más pura (luego nos fuimos desviando, cómo no) a una ambientación basada en el mediterráneo occidental en la Alta Edad Media (del que también nos fuimos desviando). Pero siendo eso, Vicúmena tenía que contar con una Ley y un Caos que justificaran los alineamientos presentes en el juego.
Como todos los que seguís este blog sabéis yo soy muy dado a darle una gran importancia a estos temas en nuestras partidas. Me gusta que los temas sobrenaturales tengan cierta justificación, ya sean deidades, religiones, magia... Esas cosas. Creo que tomárselo un poco en serio 'crea' ambientación y crea seguimiento. Los mejores mundos de fantasía son los que se toman en serio a si mismos, al menos un poco. Así que le di muchas vueltas a este tema y al final tras hablarlo mucho con Kha llegamos a algo que nos satisfizo. Y desde ahí fui desarrollando.
Vicúmena es el nombre que los taryanos le dieron al mundo conocido. No es el nombre del planeta, ni del mundo, ya que no está especialmente claro como es Vicúmena en realidad (¿es un planeta realista? ¿es un mundo basado en las creencias de nuestros antiguos? La realidad es que ni lo sabemos ni nos importa). Sea como sea Vicúmena cuenta con su propia plétora de dioses y espíritus menores. Estos son sorprendentemente poco poderosos para los estándares de D&D (de hecho no pueden tener clérigos como tal, aunque existen formas de ganarse su favor y sus poderes). Colectivamente a día de hoy estos son conocidos como 'dioses menores'. Lo cual implica que hay otros mayores. Y ahí entran la Ley y el Caos.
Lo primero es entender 'qué' es la Ley y el Caos. El tema es que los propios habitantes de Vicúmena no lo tienen demasiado claro. Su comprensión en estos temas es limitada y son los teólogos, filósofos y demás sabios los que discuten sobre la esencia misma de estas cuestiones. Sin embargo lo que sí se sabe a ciencia cierta es que son dos fuerzas que pugnan constantemente entre ellas. La Ley es Vida, Creación y Armonía. El Caos, en cambio, es Muerte, Destrucción y Discordancia. La Ley organiza la realidad de forma comprensible, coherente, ordenada, mientras que el Caos odia la esencia misma de la realidad, buscando deshacerla y destruirla. Se podría decir que el Caos es como un veneno que destruye la realidad y la Ley es su cura. Sin embargo parece que estas fuerzas no son omnipotentes ni omnipresentes, y su forma de actuar en la realidad es tan ajena a los parámetros de los seres pensantes que una vez actúan tienden a adaptarse a la propia realidad del mundo en cuestión. Por eso existen en Vicúmena distintas religiones relacionadas con la Ley que, sin embargo, varían entre ellas.
Por ejemplo, según la religión de los Nueve Dioses de la Ley (la religión mayoritaria en las costas del Mar Taryano, la región donde se centra Vicúmena), las fuerzas de la Ley y el Caos entraron en Vicúmena posteriormente a la creación del mundo. Las fuerzas del Caos entraron las primeras y durante milenios fueron ejerciendo su influencia en el mundo: creando monstruosidades, corrompiendo dioses menores y convirtiéndolos en demonios y poco a poco matando el mundo. Pero finalmente, hace unos cuantos siglos, las fuerzas de la Ley encontraron una Vicúmena enferma y actuaron. Los Nueve Dioses de la Ley se aparecieron en Tarya, una de las colonias esclavistas de los terroríficos azagaros, servidores de las mutables y odiosas dedidades del Caos. Los Nueve Dioses de la Ley dotaron de su poder a los más sabios de entre los esclavos y estos, armados con poder divino, se levantaron contra sus amos. Esta victoria fue tan decisiva que fue el inicio del fin del oscuro y malvado imperio azagaro, y Tarya se convirtió en la capital sagrada de lo que en un futuro sería el Imperio Taryano.
Esta es, sin embargo, solo una de las visiones sobre la Ley y el Caos en Vicúmena. Existen otras, que hasta cierto punto son contradictorias y sin embargo son igual de ciertas. Lo que está claro es que las fuerzas de la Ley y el Caos no pueden actuar a sus anchas en el mundo: no son capaces de salvarlo ni de destruirlo de golpe, y el conflicto puede alargarse durante milenios, influyendo al mundo de forma sutil pero palpable. Estas fuerzas necesitan de agentes, sirvientes y seguidores, y como podéis suponer esto en Vicúmena se ve perfectamente en los clérigos. En Vicúmena todos los clérigos como tal tienen que ser Legales, ya que las fuerzas de la Ley les influyen (a cambio de permitirles usar asombrosos poderes, claro). El Caos también tiene siervos (a los que también parece dotar de horrorosos poderes) pero estos suelen ser mucho menos organizados que los siervos de la Ley (y, por ejemplo, no usan la clase Clérigo).
Como comentario de diseño, creo que a un nivel de juego esta explicación de la Ley y el Caos ofrece una razón de por qué los Clérigos tienen poderes mágicos a la vez que, a nivel de ambientación, nos permite meter religiones, cultos e ideas distintas en el mismo mundo. Algo a medio camino entre los clásicos dioses de D&D que son perfectamente palpables y las ambientaciones más materialistas que reducen esto a 'es que los clérigos ganan poder de sus convicciones'. Es un cómodo punto medio que creo que da mucho juego y además ofrece muchas posibilidades de jugar ya que el conflicto entre la Ley y el Caos es uno de los ejes importantes (y a mi parecer de los más interesantes) de Vicúmena.
Y bueno, eso sería todo. Que hora más extraña para publicar, de verdad. Sea como sea espero que os haya gustado.
¡Nos leemos!
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