— Levántate.— Susurró una voz. No era la melodiosa voz de una amante, si no una voz cargada de autoridad. Resonó en la cabeza del guerrero, despertándolo del sopor y devolviéndolo a un mundo de dolor. Su cuerpo estaba destrozado, lleno de cortes y golpes. Su armadura estaba rota, sus armas, perdidas. A duras penas consiguió sentarse en el suelo. A su alrededor sólo había muerte, muerte en el más puro y brutal de los estados. Sus guerreros y paladines yacían a su alrededor, en antinaturales posturas que indicaban que jamás se volverían a mover. Antes de poder sentir la tirantez de sus músculos advirtió que estaba solo. Era el único superviviente de la enorme batalla. Había sido derrotado, vencido, su gloría se había desvanecido. Entonces empezó el dolor real.
¡Había fracaso! Aun le costaba creerlo. No podía era, era imposible. ¡El mundo estaba destinado a arder! ¿Como podían haber fallado? ¡Los Seis Tesoros habían sido recogidos! ¡La profecía se había cumplido! Lo viejo morirá dando paso a lo nuevo. ¿Acaso no decía eso su señor? ¿Era real, o estaba en alguno de los infiernos de los que hablaba su pueblo? Sí, debería ser eso. Había sido derrotado, y como tal estaba sufriendo el castigo por su horrible falta. Esta idea de alguna manera le alivió, pensando que allá en el reino de los vivos, su señor continuaría con la sagrada misión de destruir el decadente mundo y forjaría una nueva realidad.
—No, querido. Eso no es así. Me entristece decirte que sigues vivo.—¡Esa voz otra vez! El guerrero sintió ira por aquella voz que sabía lo que estaba pensando en todo momento.
—¡Demonio!—gritó—¡Manifiestate! ¿Estoy acaso siendo torturado? ¿Tan horrible fue mi derrota? - La voz del guerrero estaba cargada de ira y desafío. No sentía miedo, solo sentía rabia por un enemigo al que no podía ver, contra el que no podía luchar.
—¿Torturado? No, te lo aseguro. Sigues vivo, guerrero. Tu hora no había llegado. De hecho, tu momento acaba de comenzar.—El tono de la voz resultaba siniestro, pero a su vez lleno de esperanzas. Parecía el de un conspirador cuyos planes por fin comenzaban a dar fruto, una idea que si acaso indignó más al guerrero.
—¡Mi momento llegó, demonio, hace mucho! ¡Cuando luché contra el Elegido se me demostró mi camino! ¡Mis sueños me auguraron su llegada y cómo la tierra se encharcaría con la sangre de sus enemigos!—El propio guerrero se dio cuenta de algo. Por primera vez su voz temblaba. ¿Estaba sintiendo miedo? ¿De una simple voz? Esa idea le enfadó, le dio fuerzas para soltar un enorme grito—¡Vete!
—Oh, querido. Me encanta tu ira, tu rabia. Pero no soy yo aquel al que odias, ¿verdad? Sabes a quien odias. Lo sabes. Te lo prometió todo... ¿Y que te ha dado? ¡Una muerte indigna en unos campos fríos y olvidados! ¿Así imaginabas tu última batalla? ¿Luchando contra los despojos del mundo, siendo cercado por un enemigo que no era consciente de tu poder ni de tu gloria?
El guerrero calló. Empezaba a recordar. Sí, había cruzado las montañas del Fin del Mundo, había conseguido atravesar las defensas de los enanos sin problema. Mientras su señor y los cuatro grandes ejércitos atacaban al Imperio por el norte, él lo haría por el este. Las defensas imperiales se romperían al estar divididas y con la caída del Imperio el resto del Viejo Mundo no tardaría en ser barrido en una orgía de sangre y destrucción. Eso era lo que sus sueños habían profetizado... Y todo se estaba cumpliendo... Hasta que su ejército llegó a esta maldita tierra. Sus hombres, los kul, eran valientes y no temían a nada a lo que pudieran matar. ¿Pero que se podía hacer contra algo que ya estaba muerto? Los muertos de esta tierra, y su oscuro señor, se levantaron para arrasarlos. No habían tenido ni una oportunidad. Huestes de cadáveres, los antiguos habitantes de este lugar, se habían levantado para destruirles. Al principio el reto fue inexistente: sus guerreros pasaron a través de ellos como si fueran espantapájaros, riendo ante la debilidad de los muertos que caminan. Pero llegado el momento, el oscuro señor de esta tierra hizo acto de presencia. Junto a él marchaban hordas de guerreros de todo tipo: uniformados imperiales, tambaleantes hombres bestia, grandes bárbaros e incluso acorazados guerreros como él. Su confianza original dio paso a la desesperación cuando el señor oscuro decidió que las huestes del guerrero no eran más que una pequeña molestia, además que un bonito añadido a su ya de por sí poderoso ejército. El guerrero desafió al señor oscuro, pero para su deshonra este rió y se negó a aceptarlo, mandando a hordas de guerreros surgidos de la tumba para acabar con él. La fuerza del número acabó por romper sus lineas, y los guerreros del este, los valientes veteranos venidos de más allá de las montañas, habían sido arrasados. No había sido una muerte gloriosa, había sido una masacre. Sus sueños... ¿habían sido falsos?
—Oh, querido. Tus sueños. Les das mucha importancia, ¿verdad? Pero... ¿quien dice que fueran realmente tuyos?—La voz usó un tono algo más agradable. Más que un padre que reprendiera, parecía un maestro, intentando enseñar algo a un alumno poco capaz.—Los dioses son ladinos, son crueles. Estoy seguro de que infectaron tu mente para que no te interpusieras en sus planes. Y estoy seguro de que tu también lo has pensado, aunque sea por apenas unos instantes.—El guerrero estaba callado, absorto por la voz. Era imposible, y a su vez se daba cuenta de que era lo que siempre había pensado.—Tu eres el mejor guerrero, lo sabes. Ibas a vencer al Elegido, ¿lo recuerdas? Su guardia personal nada podía hacer contra ti. Pero cuando viste los Tesoros, te asustaste. Le reconociste como el campeón de tus sueños... ¿Acaso no lo ves? Los dioses sabían que podías vencer a su campeón y te tenían miedo. Así que lucharon contra ti en tu cabeza, y te vencieron, querido guerrero. Fuiste derrotado antes incluso de empezar el combate.
—¡Mientes!—gritó el guerrero. Las ideas que la voz estaba formulando le resultaban incómodas y molestas. No podían ser verdad, él no quería que fueran verdad... ¿O quizás sí? Su voz sonaba temblorosa. En el fondo dudaba de lo que decía, pero se sentía obligado a decirlo.—¡Él es el Elegido! ¡El Señor del Fin de los Tiempos! Ha traído la ruina y la destrucción a los débiles y pronto el mundo será hecho a su imagen! ¡Todo será cambio! ¡Todo será Caos!
—Si eso es cierto... ¿Que hace su heraldo arrastrándose entre un campo de cadáveres en una olvidada provincia de un decadente reino mortal?—la voz había abandonado su tono cálido para volver a tener un aire mordaz y satírico, cruel.—Esto no es el infierno, guerrero. No has muerto. No se te ha concedido esa gracia. Vives. Vives para ver como el Señor del Fin de los Tiempos es un embustero, más incluso que los dioses que ha querido destruir. Vives para ver como los dioses del Caos han vuelto a fallar. El mundo sigue existiendo y tu señor se recluye en las montañas como una bestia derrotada, lamiendo sus heridas. Despierta, guerrero, despierta de los sueños, de las mentiras.
El guerrero se sintió confuso. Si todo lo que la voz decía era cierto... La Tormenta del Caos había fracasado. Otra vez los débiles mortales habían repelido a las fuerzas del Caos... ¡Pero esto no era posible! ¿Acaso su señor Archaon no era el Señor del Fin de los Tiempos? ¡Esta iba a ser la última invasión! ¡Todos caerían ante su espada, la gloriosa Matareyes! Todos lo harían... ¿verdad? Si acaso no era verdad, si el Fin de los Tiempos no era real... Las profecías eran falsas, los dioses eran embusteros. El guerrero empezó a sentir vacío, futilidad. Pero el miedo no llenó este vacío, si no la ira. La ira empezó a apoderarse del guerrero. El Caos le había traicionado. Archaon le había traicionado. Pero él estaba vivo. Era un vencido, un derrotado, un despojo... Pero eso no le impediría vengarse. Mientras tuviera aliento, podría acabar con aquellos que le traicionaron. Era una locura, ¿pero que podía hacer?
—Ah, querido guerrero. Tienes mucho que olvidar, y a su vez mucho que aprender. Pero conmigo como guía todo te será revelado. Yo te llevaré de la mano y te enseñaré certezas sobre el Caos y sus ladinos señores. Levántate, Vardek Crom. Comienza tu marcha. Tu venganza llegará, pero aún no es el momento. ¿Te fías de mi?—Crom fue incapaz de reconocer el tono. ¿Era una amenaza? ¿Una petición? Tampoco le importaba. Era consciente de que ahora necesitaba cualquier tipo de ayuda y aunque la voz le traicionara, él podría vencerla, se volvería contra ella y la derrotaría.
—¡Oh, querido Crom! ¡Esa es la actitud! Desde luego hice bien en fijarme en ti, pequeño kul.
Crom ignoró a la voz, aun no quería saber nada de ella, ni de por qué sabía tanto sobre él.
—¿Adonde me dirijo, demonio?—Crom se levantó. Estaba cansado, herido pero de alguna manera se sentía con fuerzas para seguir. La ira le sustentaba, y de alguna manera sintió que a la voz eso le resultaba de lo más placentero... Lo cual no le hizo sentirse especialmente cómodo.
—¿Demonio? Oh, Crom, creo que descubrirás que soy algo más... Mucho más.
En el año 2522 del Imperio de Sigmar se vió sacudido como nunca antes por una invasión venida del norte. Las hordas del Caos, comandadas por Archaon, el Señor del Fin de los Tiempos, bajaron al sur para aplastar de una vez a los hombres. Archaon estaba seguro de que triunfaría allí donde todos los paladines habían fracasado. Para ello, utilizando su maestría táctica, dividió su horda en varios ejércitos y atacó al Imperio por diferentes frentes con la intención de llegar a Middenheim y destruir la ciudad del Lobo Blanco, cumpliendo así una profecía que auguraba la destrucción de la civilización. Uno de sus ejércitos más poderosos era el comandado por Vardek Crom, su autoproclamado heraldo y uno de los mejores guerreros que el mundo ha conocido.
Mientras Archaon avanzaba por el norte, Crom cruzaría las montañas del Fin del Mundo y se adentraría en las partes orientales del Imperio, obligando a este a dividir a sus ejércitos. Pero Crom se vio retrasado cruzando las montañas y para cuando llegó al Imperio el ataque de Archaon ya había sido detenido por el valor de los hombres... Y una inusual tregua entre enemigos. El Señor del Fin de los Tiempos se había visto obligado a retirarse a las Montañas Centrales, al conocido como Torreón de Latón, para planear su venganza. Desconociendo todo esto, Crom condujo a sus hordas por los sombríos páramos de Sylvania como ruta más rápida para cruzar el Imperio, pero el caudillo kul desconocía del maldito señor que controlaba ese oscuro lugar. El ejercito de Crom fue arrasado por Mannfred von Carstein, el último de los Condes Vampiro y su enorme horda soldados muertos. Esta es la historia de Vardek Crom, el Gran Traidor, el Paladín Despojado.
¡Nos leemos!
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En el año 2522 del Imperio de Sigmar se vió sacudido como nunca antes por una invasión venida del norte. Las hordas del Caos, comandadas por Archaon, el Señor del Fin de los Tiempos, bajaron al sur para aplastar de una vez a los hombres. Archaon estaba seguro de que triunfaría allí donde todos los paladines habían fracasado. Para ello, utilizando su maestría táctica, dividió su horda en varios ejércitos y atacó al Imperio por diferentes frentes con la intención de llegar a Middenheim y destruir la ciudad del Lobo Blanco, cumpliendo así una profecía que auguraba la destrucción de la civilización. Uno de sus ejércitos más poderosos era el comandado por Vardek Crom, su autoproclamado heraldo y uno de los mejores guerreros que el mundo ha conocido.
Mientras Archaon avanzaba por el norte, Crom cruzaría las montañas del Fin del Mundo y se adentraría en las partes orientales del Imperio, obligando a este a dividir a sus ejércitos. Pero Crom se vio retrasado cruzando las montañas y para cuando llegó al Imperio el ataque de Archaon ya había sido detenido por el valor de los hombres... Y una inusual tregua entre enemigos. El Señor del Fin de los Tiempos se había visto obligado a retirarse a las Montañas Centrales, al conocido como Torreón de Latón, para planear su venganza. Desconociendo todo esto, Crom condujo a sus hordas por los sombríos páramos de Sylvania como ruta más rápida para cruzar el Imperio, pero el caudillo kul desconocía del maldito señor que controlaba ese oscuro lugar. El ejercito de Crom fue arrasado por Mannfred von Carstein, el último de los Condes Vampiro y su enorme horda soldados muertos. Esta es la historia de Vardek Crom, el Gran Traidor, el Paladín Despojado.
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Bueno, por hoy termino. Un relato que llevaba años queriendo escribir. Esta es solo la primera parte, más irán llegando... Pues la historia de Vardek Crom merece ser contada. Obviamente esto es todo no oficial, y se sitúa al final de la Tormenta del Caos, la ambientación por defecto de Warhammer JDR 2ª edición y obviamente desecho todo lo salido en el Fin de los Tiempos (aunque no descarto coger alguna cosilla). Esta sería mi forma de avanzar el trasfondo de Warhammer (que ya auguré que haría... hace tanto tiempo) y es totalmente personal. Espero que os haya gustado.¡Nos leemos!
Pues ánimo con ello y que sigan apareciendo aquí.
ResponderEliminar¡Gracias! A veces me da un poco de palo poner relatos en este (que considero un blog de rol) pero es que, al fin y al cabo... Ambos están relacionados, o eso creo.
EliminarTambién tiene que ver el hecho de que siempre recordaré el relato introductorio de Arabia del libro de Warhammer 1ª de Rol... O casi mejor, el de 2ª (Vida después de la muerte, creo que se llamaba) que me dejó loquísimo. Yo soy de los raros que les gustan los relatos en los manuales, siempre que peguen.
¡Gracias por comentar!
Me ha encantado. Sabes escribir.
ResponderEliminarEsa frase ya lo dice todo, pero igual así queda muy sieso :D
Sabes imprimir ritmo y conducir la narración. Me ha dejado el buen sabor de boca de los viejos relatos de los libros de Warhammer. Te animo a que te lances a narraciones más largas, las vamos a disfrutar :)
Jo, gracias. Estas cosas hace que me salgan los colores. He visto algunas erratas (tendré que corregirlo) pero yo también estoy satisfecho con este relato. Seguramente porque tenía muchas ganas de escribirlo.
EliminarAhora mismo estoy con la continuación, aunque creo que quedaría mejor en formato comic (pero no se dibujar, así que eso descartado). De hecho, en cierta manera, algunos comics clásicos de Warhammer me han servido de inspiración. Las aventuras de Malus Darkblade por un lado... El otro... Bueno, digamos que es incluso más antiguo y que seguramente algunos ya sabéis de quien hablo, pero no quiero arruinar la sorpresa a los demás.
¡Gracias por comentar y por los halagos!
Que buen relato, continúa con ello, y con tu versión del fin de los tiempos, estaremos pendientes
ResponderEliminar¡Gracias! No se si irá por la linea del Fin de los Tiempos o no, seguramente no (porque creo que en el mundo de Warhammer quedan muchas cosas por resolver antes de explotarlo todo).
Eliminar¡Gracias por comentar!
Por si acaso no entró el anterior, te vuelvo a escribir, quédate el que más te guste:
ResponderEliminar“Merde”, creo que he perdido un comentario.
Volveré a decírtelo, pero no será tan natural como la primera vez.
La cosa, es que me ha gustado, mucho, pero mucho, mucho. También es verdad que lo leo con mucho cariño, porque sabes que me gusta tu trabajo en general. He tardado un par de días en leerlo (en casa no tengo tiempo y en el curro no encontraba la calma para concentrarme), pero ya está hecho. En cuanto al relato en sí, creo que está bien construido y en alguna fase me has recordado (fíjate tú) a Aaron Dembski-Bowden y su Argel Tal, por momentos me compadecía y entendía lo que hace el protagonista. En cuanto a publicarlo aquí, es tu blog, y además sí que tiene que ver con rol, por mucho que quieras, todas tus aportaciones son roleras, es una buena ambientación y un buen inicio de “setting” o “sandbox” para otras cosas.
Sí, a veces algunos comentarios desaparecen. Me pasa de vez en cuando (generalmente en otros blogs, pero también aquí) y es horrible. Por eso siempre recomiendo copiar un comentario antes de mandarlo, por si acaso pasa.
EliminarPor otro lado... ¡Mil gracias! Justo de Argel Tal no he leído nada (apenas he leído narrativa de 40.000, ya que a mi hermano no le gustaba y era él el que compraba los libros... Y ahora me niego a comprarlo con el pastiche idiomático) pero conociendo la fama del autor... ¡Es todo un halago! ¡Gracias! Tengo que seguir, lo que no se es cuando podré colgarlo, pero poco a poco.
Sea como sea... ¡Gracias por comentar!
Estupendo relato Nirkhuz, admito que lo leí desde la tablet hace dos noches pero no pude comentar así que aprovecho ahora. Me encantan esos párrafos, es cierto que al igual que tú me chifla el trasfondo del Viejo Mundo (aunque no llego a tu nivel de conocimientos)y con este tipo de historias motivas a cualquiera para aprovechar ese rico material para organizar partidas y mas partidas. Desde mi humilde opinión insisto en que sigas escribiendo textos similares, tienes un enorme público que los espera ansiosos. Como siempre, muchas gracias por tu labor. Un saludo!
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